Visitar la escuela rural Andrés López De
Galarza, es adentrarse en un mar de historias, propias de un libro de Miguel de
Cervantes, en las que las ganas de superarse, la dedicación y el esfuerzo se
asemejan a la gallardía del “Quijote y su fiel escudero”.
Niños entre los 6 y
10 años, caminan por más de 2 horas de su casa a la escuela, en recorridos por
montañas, cuerpos de agua y naturaleza.
Un día del mes de enero, en medio
de los patrullajes rurales realizados por los hombres y mujeres de la Policía
Metropolitana de Ibagué, llegaron hasta la vereda Ambalá, a unos 30 minutos del
casco urbano de la capital musical.
Durante su recorrido, mientras recibían el
cálido saludo de los habitantes, avistaron a lo lejos, en medio de la montaña,
un letrero que, con letras desgastadas por el sol, anunciaba la bienvenida a la
Institución Técnica Agropecuaria Andrés López de Galarza.
Como si una brújula
invisible los hubiera guiado, los uniformados de la Policía Comunitaria
decidieron ingresar a este rincón de la educación, donde se encontraron con la
profesora “Paola”, la “teacher” y responsable de la escuelita rural.
Lo que en un principio parecía ser un
patrullaje rutinario y un saludo pasajero, se convirtió en el inicio de 14
historias, historias que tocarían la vocación de servicio de los cinco
uniformados presentes en el lugar.
Del único salón de clases de la escuelita salió un grupo de niños. Al frente caminaba Greysi Hernández, de 6
años, la menor del selecto grupo de estudiantes; al final de la fila, se
asomaba la cabellera de Davison Hernández, de 10 años, quien caminaba con la
jerarquía que caracteriza al mayor del grupo.
En total, son 14 niños y niñas
que cursan desde primero hasta quinto grado. Algunos son hermanos, otros primos,
otros vecinos, pero todos son compañeros de travesía.
Las historias que marcan la vida de estos
niños están llenas de naturaleza, esfuerzo, humildad y un profundo amor por la
educación. La mayoría de los estudiantes viven a más de dos horas de
camino.
Salen de sus hogares acompañados por el
reflejo de la luna que los guía en el descenso de la montaña, y retornan al
mediodía, cuando el sol o la lluvia les indican el camino de regreso a casa.
Ante esta necesidad y con el firme
propósito de ayudar, los uniformados de la policía comunitaria de la
Metropolitana de Ibagué sellaron un pacto con la educación y el bienestar de
los pequeños.
Se propusieron gestionar 14 bicicletas y entregarlas a los niños
para mejorar las condiciones en las que estos soñadores recorren la zona rural
en busca de su educación.
Tras dos meses de gestiones comunitarias y
con la ayuda de varios ciudadanos de buen corazón, los uniformados consiguieron
las 14 bicicletas usadas. El siguiente paso fue formar una alianza estratégica
con alguna empresa que pudiera mejorar las bicicletas donadas por 14 familias
ibaguereñas.
Después de tocar varias puertas, la
bicicletería “Full bike sport” se unió a la campaña en apoyo a la educación y a
la construcción de los sueños de estos 14 niños.
Con el respaldo de otras
entidades, se organizaron jornadas de embellecimiento y mantenimiento de la
fachada de la escuelita, como preparación para el gran evento que se celebraría
con la entrega de las bicicletas.
Como si fuera Navidad, los caminantes de
Ambalá contaban las horas para ese momento tan esperado, un momento que
finalmente se materializó el viernes 28 de febrero. Ese día se llevó a cabo un
acto de reconocimiento a los estudiantes y a la profesora, como ejemplo de
perseverancia y dedicación.
La actividad estuvo rodeada de música, con
la orquesta de la Policía, y de felicidad para los niños, que disfrutaron de un
espectáculo del policirco. Fue en ese escenario festivo donde se entregaron
las bicicletas, completamente renovadas y listas para rodar por las carreteras
polvorientas de la vereda.
Fuente METIB.