En los últimos meses, la situación política entre Estados Unidos y Yemen se ha deteriorado gravemente, debido a los ataques aéreos estadounidenses contra objetivos de la milicia hutí, que controla gran parte del territorio yemení. Estos ataques han causado numerosas víctimas civiles, así como daños a la infraestructura y al patrimonio cultural del país árabe.
Los hutíes, que pertenecen a la rama chií del islam, se rebelaron contra el gobierno del presidente Abd Rabbuh Mansur Hadi, apoyado por Estados Unidos y Arabia Saudí, en 2014. Desde entonces, Yemen vive una guerra civil que ha provocado una de las peores crisis humanitarias del mundo, con millones de personas en situación de inseguridad alimentaria y más de 4 millones de desplazados internos.
Estados Unidos justifica sus ataques aéreos como parte de su lucha contra el terrorismo, ya que acusa a los hutíes de estar vinculados con Irán y con grupos extremistas como Al Qaeda y el Estado Islámico. Sin embargo, los hutíes niegan estas acusaciones y denuncian que Estados Unidos viola la soberanía y la integridad territorial de Yemen.
La actual tensión política entre Estados Unidos y Yemen es un reflejo de las complejas dinámicas regionales y globales que afectan al Medio Oriente. Se trata de un conflicto que no solo tiene consecuencias humanitarias, sino también políticas, económicas y estratégicas para la estabilidad y la seguridad de la zona.